Viajes, escritura y sostenibilidad
Cuando la conocí, Sira llevaba unas 4 o 5 horas bajo el sol de Bujara. Y no un sol cualquiera, uno de 45ºC más o menos, de un 25 de junio.
Ponía todos los días religiosamente (y nunca mejor dicho), su puesto de ropa dentro de la Madrassa. No fallaba nunca, ni siquiera los viernes, cuando practicaba el ayuno y no comía nada en todo el día. Ni siquiera a 45ºC.
A pesar de las barreras lingüisticas, estuvimos hablando un buen rato. Si algo aprendes viajando, es a comunicarte y a entender sin palabras. Con gestos, y con miradas, puedes decir más que con todo el vocabulario del mundo. Le compré un par de pañuelos de seda, y una camiseta para mi sobrina, que tenía 1 año y medio para aquél entonces.
Sira me confesó que era la primera compra del día. Y me lo dijo después de pagar, no como técnica de venta lastimera. ¿El precio? Para nosotros, barato, incluso sin regatear. Me contó que su marido tenía un puesto de ropa en la madraza de enfrente, al cuál tampoco había entrado nadie ese día (el calor, volvimos a excusar). Entre los dos sacaban adelante la familia de 3 hijos que tenían.
Y claro, me hizo la pregunta inevitable en Uzbekistan: ¿estás casada? ¿tienes hijos? Es una pregunta que me hicieron hasta la saciedad en ese viaje, normalmente incluso antes de saludarte. Tu estado civil y descendencia iba por encima de cualquier otra curiosidad que pudieran tener. Por eso mismo, me extrañó que Sira tardara tanto en sacar el tema. Y de hecho, al decirle que no, que no estaba casada ni tenía hijos, no se sorprendió, ni alarmó , como solía pasar. Solo me dijo: bueno, no te preocupes, en Europa no pasa nada, hasta los 40 tenéis tiempo. Y se rió.
34 años tenía Sira en ese momento. Los mismos que yo. Y qué diferentes nuestras vidas, pero que parecidas en todo lo demás.
A Sira la conocí el año 2019, y este texto lo escribí el 2020. No es casualidad, que justamente el día que me acordé de ella y del texto, viera la tienda «Sira, moda y complementos», en la ciudad en la que vivo actualmente. Y pensé, que si Sira tuviera una tienda aquí, podría ser esta.
Siempre he pensado que cuando vuelva a Uzbekistan (porque volveré), la buscaré, y le enseñaré la foto de mi sobrina con la camiseta que le compré. Porque me dijo que se la enseñara. Y le prometí que lo haría.