Estimada Paula,
Casi nueve años después de nuestro primer encuentro, sé que sigo rondando en tu cabeza. Y es que lo sé, no soy fácil de olvidar.
Si es que me acuerdo perfectamente de la cara qué pusiste cuando saliste del Skytrain. ¡Todavía me río! Menudo shock, ¿eh? Calor, humo, tráfico, ruidos y olores. Demasiados estímulos nuevos, y todo después de más de 24h de vuelos y escalas. Posiblemente no era el mejor momento para conocernos, de esta forma. Y, ¿qué me dices del mototaxi que te llevó al hostal, entre camiones? ¡Un poco más y no lo cuentas! (O eso te pareció a ti). Pero vaya, así soy yo. Desde luego, no fue un amor a primera vista. Causar buena impresión no es mi fuerte, sobretodo si es la primera vez que visitas Asia. Me lo suelen decir. Pero prometo que lo intento compensar. Por eso tengo tantos templos bonitos, una comida deliciosa, y algún que otro as bajo la manga para sorprender a mis visitas. Aunque intuyo, que incluso mis peores defectos, te atrayeron de forma inexplicable. Ese calor, ese ruido, ese disconfort. ¿No me dirás que no le pillaste el gustillo a mi pequeño caos? Así son los enamoramientos, amas incluso lo que crees que odias. Y de hecho, así te enamoraste de Asia.
Nos volvimos a ver, como no podía ser de otra forma. Fue unos años más tarde, cuando ya habías conocido algunas de mis vecinas, más caóticas y abrumadoras (te parecía imposible). Y lo sé, esa segunda vez, te parecí un remanso de paz, un regreso a lo conocido. Y del enamoramiento, pasamos al cariño de aquello conocido. Si al final, no estoy tan mal. Admito que no me he esforzado demasiado en corregir mis defectos, y algunas zonas de la ciudad se me han ido de las manos, y ya no tienen tanta gracia, pero en el fondo sigo siendo yo. Solo hace falta que te pierdas un rato por mis calles, y me reconocerás enseguida.
No puedo prometerte que no cambiaré, pero tengo la corazonada que nos volveremos a ver. ¿O me equivoco? Aquí te espero.
Atentamente, tu querida Bangkok.
